
La prosperidad de Puerto Rico depende del bienestar y el desarrollo saludable de sus niños y niñas. El bienestar infantil incluye muchos factores que con frecuencia se interrelacionan, como el desarrollo cognitivo, la nutrición, la salud, la educación, los valores, la recreación, la crianza, los modelos a seguir y más. Pero para muchos niños puertorriqueños, su bienestar y desarrollo saludable se ven amenazados por la pobreza. La pobreza crea estrés tóxico que afecta el desarrollo neurológico. Los niños que viven en pobreza van a escuelas de peor calidad, tienen peor salud, son más propensos a desertar la escuela superior y tienen mayores posibilidades de involucrarse en el crimen, ya sea como víctimas o como ofensores. Aunque algunos niños lograrán superar las desventajas y tener éxito en medio de la pobreza, muchos se perderán en el camino. En su adultez, una gran porción de estos niños tendrá niveles inferiores de educación, salarios inferiores, mayor desempleo, peores resultados de salud y más exposición al crimen y a la violencia. Esto significa para Puerto Rico menos productividad, menos producción de bienes y servicios, mala asignación de recursos privados, menos recursos para el desarrollo y otras deficiencias para mitigar las consecuencias negativas de la pobreza. Si consideramos los salarios perdidos, los problemas de salud y el nivel más alto de crimen, el costo anual de la pobreza infantil es $4.4 mil millones, o 4.3% del producto interno bruto. Una agenda antipobreza deliberada podría reducir la pobreza infantil de 58% a 49% en tres años, y a 37% en diez años. En los tres escenarios de política que modelamos, el costo de reducir la pobreza es mucho menor que el costo de no hacer nada.
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